En un rincón olvidado, donde el ruido constante de los vehículos que pasan no deja de recordarnos la vida agitada de Palma, se ha gestado una realidad que invita a la reflexión. Al acceder a la Vía de Cintura desde la autovía del aeropuerto, uno podría esperar encontrar solo tráfico y prisas, pero lo que nos topamos es algo muy diferente. Un grupo de personas sin hogar ha encontrado refugio en este espacio desolado, donde incluso hay un ruso llamado Vitaly que destaca entre los demás gracias a su curiosa bandera española.
Un asentamiento inesperado
A medida que nos adentramos en este entorno escarpado, lo que llama poderosamente la atención son las pequeñas tiendas de campaña dispuestas con esfuerzo y determinación. Sin embargo, lo más sorprendente es la aparición de cerca de diez placas solares que han decidido hacer acto de presencia junto al camino. Colocadas con ingenio para captar esos rayos de sol tan esquivos, estas placas permiten a algunos habitantes cargar sus teléfonos móviles o utilizar pequeños electrodomésticos.
Esta alternativa energética se ha vuelto común en varios asentamientos periféricos; sin acceso a la red eléctrica, estos valientes han encontrado maneras ingeniosas para mantenerse conectados con el mundo exterior. Desde lejos, es fácil ignorar este asentamiento en medio del bullicio urbano, pero al acercarse se hace evidente: aquí hay vida y lucha por salir adelante. Una realidad palpable que no podemos seguir tirando a la basura si realmente queremos construir una sociedad más inclusiva.

