En una cálida mañana de invierno, Óscar Puente, ministro y antiguo alcalde de Valladolid, paseaba por el vibrante Passeig Marítim de Palma. Su visita no pasó desapercibida; la gente se le acercaba como si fuera un rey mago, deseosos de compartir sus preocupaciones. Este encuentro improvisado sucedió justo cuando un grupo de aficionados del Getafe disfrutaba del buen clima antes del partido que, por cierto, acabó con victoria para los locales.
Las voces de Mallorca
Puente, que hacía dieciocho años que no pisaba estas tierras, recordó con nostalgia su primer contacto con el mar junto a su hija. Sin embargo, esa conexión emotiva contrasta con la realidad que muchos mallorquines enfrentan hoy. Las inquietudes eran palpables: «Falta aparcamiento», clamaban algunos comerciantes, mientras otros lamentaban las interminables colas en las carreteras. «Estamos sufriendo atascos de una hora», comentaba María Mascaró, una constructora que ha estado al frente de las reformas en la zona.
A medida que avanzaba su recorrido desde el parque de Sa Quarentena hasta Santo Domingo, las preocupaciones no cesaban. Justo al llegar al Auditòrium, se vio atrapado en un semáforo rojo rodeado por líderes locales ansiosos por transmitirle sus mensajes. En medio de ese bullicio, Puente destacó la importancia de escuchar a la ciudadanía durante estas visitas.
No obstante, uno podría preguntarse si hubo espacio para abordar un tema crucial: el escandaloso precio que afrontamos los mallorquines a la hora de comprar billetes para visitar a nuestros seres queridos durante las festividades. Por poner un ejemplo cercano al ministro: volar a León desde aquí puede costar hasta 1.200 euros incluso aplicando descuentos por residente. Ir a casa en Nochebuena debería ser motivo de alegría y no un quebradero de cabeza financiero.

