En el corazón del barrio del Amanecer, una situación alarmante ha sacudido a los vecinos. Hace unas semanas, tres jóvenes decidieron tomar posesión de unas antiguas cocheras municipales en la calle San Francisco de Sales, y desde entonces, el ambiente se ha vuelto tenso. La preocupación cunde entre los residentes, quienes han sido víctimas de varios robos y allanamientos que apuntan a estos okupas.
«Merodean por el barrio controlando las salidas de los vecinos», comparte uno de ellos con un tono que mezcla indignación y miedo. La Policía Local ya ha verificado esta ocupación ilegal, y aunque el Ajuntament está en marcha para recuperar el inmueble, el proceso puede ser largo. Mientras tanto, la inquietud se siente en cada esquina.
Un panorama preocupante
Los jóvenes que han tomado las cocheras son aparentemente argelinos y se mantienen distantes de los habitantes del vecindario. En su refugio tienen un perro que ladra desde dentro; algunos vecinos incluso han visto cómo entran a través del tejado. Para llegar allí tienen que escalar una valla cerrada con candado o aprovechar un hueco bajo la pasarela peatonal. Lo curioso es que también han sido vistos estacionando un coche junto a la fachada para facilitar su acceso.
Durante el día suelen desaparecer, pero no hay tranquilidad. Se mueven en bicicleta y patinete como si nada sucediera; incluso se dice que van a lavarse los pies a la plaza del Amanecer. «Es una locura lo que estamos viviendo», comenta Emilia, una vecina muy preocupada por lo ocurrido.
La situación ha llevado a muchos residentes a agruparse mediante un grupo de WhatsApp para hacer rondas nocturnas patrullando las calles y reportando cualquier actividad sospechosa. En una reciente reunión con Ultima Hora, al menos veinte vecinos compartieron sus experiencias con estos jóvenes intrusos: «El otro día me tocó el timbre porque habían entrado en mi casa», cuenta Pepi visiblemente angustiada. Ella misma había sido víctima de un robo anterior que le costó 4.000 euros.
Aquí hay mucha gente mayor, personas vulnerables como esa señora viuda a quien le robaron 30 bonsáis por la noche mientras dormía tranquila en su hogar; su historia es solo una más entre tantas otros relatos desgarradores.
Además, esas cocheras están llenas de grietas visibles y esto despierta aún más temor entre los vecinos cercanos: «¿Y si afecta nuestra vivienda?», se preguntan Toni y Etel con razón al recordar que el Ayuntamiento tiene propiedades en peores condiciones que las exigidas a sus ciudadanos.
Por todo esto exigen medidas urgentes: más presencia policial e incluso demoler esas cocheras o convertirlas en espacios útiles para la comunidad antes de que sea demasiado tarde. Tienen miedo de convertir esta crisis temporal en algo crónico; si ahora son tres okupas, ¿quién sabe cuántos serán dentro de un año?
No solo enfrentan esa amenaza; están viendo cómo otras actitudes reflejan una degradación social preocupante: «Anoche encontraron a un hombre masturbándose entre unos contenedores», cuenta uno mientras otro añade sobre parejas consumiendo drogas bajo puentes cercanos.
Mientras tanto, quedan sin respuesta todas las preguntas sobre la seguridad y bienestar del barrio del Amanecer.