PALMA. La historia del Portitxol es la de un barrio que ha cambiado por completo. Hace años, era un pequeño núcleo de pescadores, pero hoy en día se ha transformado en una de las zonas más deseadas de Palma. Y todo esto se traduce en precios desorbitados: 663.000 euros por un piso de 90 metros cuadrados, según los últimos datos. Pero no solo es el precio lo que llama la atención; también lo es la mezcla vibrante de tradición y modernidad que caracteriza este rincón balear.
Una transformación imparable
En agosto de 2025, el valor medio del metro cuadrado aquí alcanza unos impresionantes 7.364 euros, dejando claro que el mercado inmobiliario en Baleares está al rojo vivo. Lo curioso es que los jóvenes, esos que deberían estar soñando con su primera vivienda, tienen ante sí casi tres décadas de ahorro para poder acceder a una hipoteca en estas islas.
Parece increíble pensar que vivir cerca del mar se haya convertido en un lujo tan inaccesible. La población original va siendo desplazada poco a poco hacia barrios más asequibles, mientras las calles del Portitxol se llenan de nuevos residentes con bolsillos profundos y miradas extranjeras que buscan ese lugar ideal junto al mar.
A medida que paseamos por su famoso paseo marítimo, podemos ver cómo conviven pescadores con modernos restaurantes donde disfrutar pescado fresco mientras contemplamos unas vistas espectaculares. Es aquí donde la gastronomía local florece y se convierte en el punto de encuentro perfecto entre palmesanos y turistas.
La cercanía al centro histórico y la conectividad con el aeropuerto —a menos de diez minutos— han hecho del Portitxol-Molinar un lugar muy atractivo para quienes desean disfrutar de la tranquilidad sin renunciar a las ventajas urbanas. Pero esta gentrificación tiene sus consecuencias: barrios enteros están cambiando su esencia y muchos sienten cómo su hogar se les escapa entre los dedos.
Así estamos viviendo una transformación profunda, marcada por el desarrollo turístico y las inversiones inmobiliarias que reconfiguran nuestra ciudad a pasos agigantados. Mientras algunos disfrutan del nuevo esplendor del Portitxol, otros lamentan cómo lo que fue un hogar tradicional ahora se ha convertido en una zona exclusiva donde muchos apenas pueden soñar con poner sus pies sobre esa arena dorada.