Una vez más, el nombre de nuestra ciudad se convierte en tema de debate. El grupo municipal Vox ha decidido llevar al próximo pleno una propuesta para que Palma vuelva a ser conocida como Palma de Mallorca. Una cuestión que, si nos paramos a pensar, ha cambiado tantas veces como los colores de las banderas que han ondeado en nuestras calles. Desde 2017, con la llegada del Pacte de Progrés, el nombre se acortó a simplemente Palma, pero ahora surge esta nueva polémica.
Las voces que se alzan
Cuando le preguntamos al historiador Gaspar Valero sobre esta situación, no puede evitar suspirar. «Politizan todo para eliminar la personalidad mallorquina», dice con una mezcla de frustración y tristeza. Nos recuerda que el nombre Palma data desde la época romana, cuando nuestros antepasados fundaron «Palma la Victoriosa» y otras ciudades importantes en lo que hoy conocemos como Mallorca. Valero hace hincapié en que mientras la coletilla ‘de Mallorca’ puede ser útil en algunos contextos, la esencia del lugar está en su historia y su nombre original.
Tomeu Bestard, cronista local, también aporta su visión: «No lo veo ni lo dejo de ver», dice sobre el cambio propuesto. Asegura que ambos nombres han funcionado históricamente y nos recuerda que Palma es un topónimo romano con miles de años a sus espaldas. Sin embargo, reconoce también que ‘Palma de Mallorca’ tiene su historia desde el siglo XVIII.
A medida que avanzamos en este debate encontramos a Gabriel Ensenyat, otro historiador contundente. Él defiende con firmeza: «A mí me gusta Palma sola». Para él, cambiar nuevamente el nombre sería una auténtica barbaridad; un añadido innecesario a algo tan genuino como nuestro hogar. La historia detrás del nombre es rica y compleja; desde asentamientos romanos hasta la influencia musulmana después.
Por otro lado, Gabriel Bibiloni destaca la claridad del nombre actual: «No hace falta ponerle ningún complemento» afirma rotundamente. ¿Acaso llamaríamos Barcelona a Barcelona de Cataluña? Es cierto que desde el siglo XIX hemos visto cómo se adoptaba ‘Palma de Mallorca’, impulsado por fuerzas políticas españolas más fervientes; pero Bibiloni insiste: «Palma no tiene ninguna connotación política”. Y además lamenta cómo Aena ignora el deseo popular manteniendo ‘Palma de Mallorca’ en la fachada del aeropuerto.
En definitiva, este asunto va más allá de un simple cambio nominal; toca fibras profundas sobre nuestra identidad cultural y patrimonial. La comunidad observa expectante mientras los debates continúan.