En el bullicioso barrio de Santa Catalina, uno de los corazones palmesanos, se ha desatado una ola de vandalismo que nos deja con un mal sabor de boca. La parroquia de la Verge del Carme, ese emblemático templo que ha sido testigo del paso de generaciones y que ahora se encuentra en estado de abandono, ha visto cómo sus paredes han sido manchadas con mensajes ofensivos. No hay duda: el respeto por nuestro patrimonio está en crisis.
Una postal desgastada por la indiferencia
Las puertas del templo permanecen cerradas y las escaleras, desbordadas por latas vacías de bebidas energéticas, cuentan una historia triste que clama al cielo. Los vecinos, sobre todo aquellos que han vivido toda su vida en el barrio y que tienen un cariño especial por este lugar, ven cómo su comunidad se deteriora poco a poco. Las pintadas no son solo ‘gamberradas’; son gritos desaforados contra algo más profundo. En las paredes del edificio brillan insultos escritos con faltas de ortografía que parecen burlarse tanto del lugar como de quienes lo respetan.
La parroquia destaca no solo por su imponente estructura, sino también por ser un símbolo cultural para todos los ‘cataliners’. Y es precisamente esta conexión emocional lo que genera indignación entre los vecinos ante tales actos incívicos. ¿Acaso no merecemos cuidar lo nuestro? Nos gustaría ver a alguien tomar cartas en el asunto y borrar esas pintadas; al menos así podríamos tratar de recuperar un poco la dignidad estética del lugar. La comunidad necesita acciones concretas para revertir esta situación y devolverle a la parroquia el brillo perdido.