Imagina la escena: un administrador de fincas en Palma cuenta cómo, en cuestión de horas, su anuncio de un piso ha atraído a más de mil interesados. Una locura, ¿verdad? Bernat Seguí, que lleva 40 años lidiando con el mercado de alquileres, jamás había visto algo así. Publicó un piso del programa Lloguer Segur por 991 euros y recibió 1.050 correos en solo cinco horas. «Tuvimos que quitar el anuncio», dice, asombrado por esta avalancha que lo ha dejado boquiabierto.
La desesperación no tiene límites
El piso ofrecido es parte de una iniciativa del Govern que subvenciona el 30% del alquiler, pero incluso así, encontrar vivienda asequible se ha vuelto misión imposible. La selección entre tantos candidatos es un proceso tedioso; tienen que cumplir requisitos estrictos como estar empadronados más de cinco años o no superar una renta anual de 68.000 euros. Sin embargo, estos criterios parecen insuficientes ante la desesperación que cunde en la isla.
Otro agente inmobiliario, Miguel Rodríguez, confirma la situación alarmante: colgó un anuncio y acumuló 27.000 contactos en cuatro meses por un piso a 900 euros. «Si hay algún piso por menos de mil euros, son pequeños o infraviviendas», dice José Miguel Artieda, presidente del Colegio de Agentes Inmobiliarios de Balears.
B., una mujer colombiana con trabajo estable, relata su propia lucha: vive en una habitación junto a otras personas por casi 800 euros. «Es frustrante saber que estamos pagando para vivir juntos mientras el arrendador vive gratis», comparte con indignación. Y aunque ella y su pareja podrían pagar hasta 1.200 euros al mes por un lugar decente, las condiciones exigidas son inalcanzables.
La situación está tan complicada que el subarriendo se ha convertido en la norma: «Alquilar habitaciones carísimas es lo habitual aquí». B. denuncia cómo algunos arrendadores han convertido pisos completos en verdaderos negocios paralelos, cobrando precios desorbitados a inmigrantes desesperados por encontrar hogar.
A medida que las viviendas escasean y los precios suben como espuma, B. sueña con hallar ese piso ideal mientras observa impotente cómo otros viven cómodamente gracias a la necesidad ajena. Y cuando le preguntas qué haría si no encuentra nada pronto responde tajante: «Si esto sigue así me marcho al norte de España».