En la Plaza del Olivar, Maribel Alcázar, la presidenta de la Federació d’Associacions de Veïns de Palma, se encuentra en el centro de una conversación que refleja la realidad actual de nuestra ciudad. Tras meses recorriendo las calles y escuchando las voces de los residentes, Maribel comparte su preocupación: «Ahora mismo en Palma, más que de residentes, hay que hablar de resistentes». Una afirmación poderosa que resume el sentimiento colectivo frente a un sistema que parece desmoronarse.
La lucha por una vivienda digna
La necesidad más urgente para los vecinos es clara: la vivienda. Este problema no solo está provocando gentrificación, sino que además está expulsando a quienes han hecho de sus barrios un hogar. La juventud se va y con ella se lleva parte del alma de estas comunidades. ¿Qué pasa con nuestros mayores? La soledad aumenta y los barrios pierden su esencia. Además, esta huida afecta al comercio local; ¿dónde comprarán esos mayores si cada vez quedan menos tiendas cerca?
A medida que avanza la charla, Maribel apunta también a otro problema acuciante: la saturación de servicios. Si duplicamos la población pero no así los servicios esenciales, el resultado es obvio: insuficiencia total. El centro de salud en Son Serra-La Vileta es solo un ejemplo entre muchos. Y lo peor es cómo esta falta afecta a nuestros mayores en una sociedad cada vez más envejecida.
Pero hablemos claro: ¿qué estamos haciendo con nuestra ciudad? La gentrificación ya ha llegado a algunas zonas como el centro y el ensanche. “No podemos seguir ignorándolo”, dice Maribel con determinación. Cada vez hay menos vecinos auténticos y más turistas o inquilinos temporales que no construyen comunidad.
Sí, Palma se ha convertido en un escenario donde el incivismo asoma cada vez más. Las ordenanzas pueden existir, pero mientras haya personas ajenas al día a día residencial disfrutando sin consideración alguna por las familias trabajadoras o las rutinas matutinas, nada cambiará realmente. Es triste pensar que nuestro barrio se convierte en un mero decorado para visitantes.
Y si nos adentramos aún más en esta realidad alarmante, notamos cómo la falta de respeto hacia lo público crece entre una juventud desconectada y carente de alternativas recreativas adecuadas. No hay opciones atractivas para ellos y eso fomenta actitudes incívicas y desprecio hacia el mobiliario urbano.
Aunque hay luz en medio del caos; Emaya, por ejemplo, cuenta con una buena valoración entre los vecinos gracias a sus esfuerzos por mantener limpias nuestras calles. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer para facilitar la movilidad sobre todo para nuestros mayores cuando deben tirar basura.
Y qué decir sobre la inseguridad percibida en algunos barrios… En verano parece que la policía se concentra solo en las áreas turísticas dejando atrás muchas zonas desprotegidas; esa sensación pesa sobre todos nosotros.
No obstante, entre tantas preocupaciones también surgen nuevos fenómenos como el caravanismo y chabolismo; personas buscando dignidad frente a políticas fallidas relacionadas con la vivienda son parte también del tejido social aunque parezcan invisibles.
Maribel denuncia incluso cierto clasismo presente en este Ajuntament de Palma: «Los problemas han estado aquí durante años», menciona frustrada ante este panorama político tan distante del día a día vecinal.
Por último, lanza un mensaje claro al alcalde Jaime Martínez: «Que se siente a hablar y llegue a acuerdos con nosotros». Un llamado sincero para construir juntos un futuro mejor para todos los palmesanos porque al final… somos nosotros quienes hacemos comunidad.