Palma

Desahucio en Joan Miró: Un doble golpe a la vulnerabilidad

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Este lunes, el desahucio que muchos temían en las infraviviendas de Joan Miró se ha convertido en una situación aún más dramática. Dos mujeres, Áranzazu de 62 años y Reina de 65, han visto cómo sus vidas se tambalean ante la llegada inminente de una comisión judicial. La angustia se apoderó de Reina cuando recibió una llamada que le informaba que tenía solo un par de horas para sacar sus pertenencias. Con lágrimas en los ojos, clamaba desesperadamente: «No tengo a dónde ir y acabo de salir de una operación».

Incertidumbre y presión mediática

Aunque el desalojo de Áranzazu ha sido suspendido por el momento, el futuro sigue siendo incierto para ambas. En la entrada del edificio, un grupo de periodistas aguardaba desde temprano, mientras Joan Segura, coportavoz de Stop Desahucios, trataba de mantener informados a los inquilinos sobre lo que sucedía. Minutos antes del cierre del día laboral, un hombre y una mujer llegaron para hablar con las afectadas en privado; su presencia sugería vínculos con el Juzgado.

Las dos mujeres comentaron tras la reunión que podría haber un aplazamiento en el desalojo pero bajo una condición: alejar a la prensa. Esto suena a un intento por ocultar la dura realidad que viven estos vecinos. La vida en esos trasteros convertidos precariamente en habitaciones es todo menos digna; actualmente hay unas cuarenta personas hacinadas en condiciones lamentables.

Bajar unos escalones significa dejar atrás el aire fresco y entrar a un espacio oscuro lleno de humedad donde reina el silencio roto solo por sollozos y murmuros. Desde hace más de una semana carecen incluso del agua necesaria para sobrevivir. Mientras tanto, el Govern ha impuesto una multa millonaria al propietario abusador; sin embargo, este sigue operando como si nada pasara.

A pesar del sufrimiento colectivo y las promesas vacías, muchos inquilinos han decidido dejar de pagar al dueño debido a su comportamiento abusivo. Algunos simplemente dejaron de hacerlo porque él recogía rentas en mano y tras recibir una orden de alejamiento dejó de aparecer.

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