En el corazón del casco histórico de Palma, un grupo de vecinos ha decidido que ya es suficiente. Cansados de ver cómo la calle Volta de’n Reus se convertía en un punto de encuentro para consumidores de drogas, han optado por medidas drásticas. En una acción sorprendente y controvertida, han instalado placas con pinchos afilados en una esquina que se ha vuelto peligrosa para la comunidad.
Una solución extrema ante la desesperación
Fue un operario de Emaya quien dio la voz de alarma al descubrir hasta 37 de estas inquietantes placas atornilladas sobre un montículo hormigonado. La situación era tan preocupante que la Unidad de Intervención Inmediata (UII) de la Policía Local tuvo que señalizar el área para evitar cualquier incidente. Según las autoridades, «estos pinchos no solo son peligrosos para quienes los utilizan, sino que también suponen un riesgo evidente para todos, especialmente para los niños que podrían jugar cerca». Y así quedó claro: el lugar estaba vallado y se esperaba que Infraestructures retirara los pinchos pronto.
A pesar del peligro latente, algunos usuarios en las redes sociales mostraron su apoyo a los vecinos. «¿Cuántas veces habrá llamado a la policía para llegar a estos extremos?», se preguntaba una internauta con empatía hacia su desesperación. Lo cierto es que esta historia refleja un problema profundo: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar cuando sentimos que nuestra seguridad y bienestar están amenazados?