El pasado martes, Palma dio un paso hacia la sostenibilidad con la implementación de su Zona de Bajas Emisiones (ZBE). Sin embargo, lo que se suponía sería un gran revuelo ha pasado casi desapercibido para muchos. A pesar de que las multas por entrar sin cumplir los requisitos se han activado, el tráfico en el centro parecía seguir su curso habitual. Y es que, aunque hay 19 cámaras vigilando los accesos, parece que muchos aún no han tomado conciencia de lo que esto significa.
Desde este año, los coches más contaminantes—los que no tienen etiqueta o son más antiguos—ya no podrán acceder a esta área restringida. Pero al parecer, muchos conductores ni siquiera saben que estos cambios están en marcha. En palabras de Miguel Homar, «casi nadie en mi entorno se ha percatado de la medida». Es inquietante pensar en cuántos ciudadanos están al tanto realmente.
Reacciones encontradas ante la nueva normativa
A pesar del desconocimiento generalizado, algunos ciudadanos ven con buenos ojos esta iniciativa. Enrique Paez es uno de ellos y comparte su optimismo: considera que medidas como estas son fundamentales para combatir el cambio climático. Para él y otros como Amelia Sostoa—que admite no haber escuchado nada sobre la ZBE pero apoya una mayor conciencia medioambiental—el esfuerzo vale la pena si significa un futuro más limpio para las próximas generaciones.
No obstante, este entusiasmo contrasta con la realidad del desconocimiento general. Según las estimaciones, apenas un 1,8% de los vehículos afectados se han visto impactados en estos primeros seis meses del año. ¿Y qué pasa con el aplazamiento inicial? El gobierno municipal pensó en postergar esta medida hasta 2026, pero todo cambió cuando el regidor Toni Deudero decidió avanzar con ella ahora.
Margarita Obrador plantea otra visión: cree firmemente en la necesidad de implementar cambios ambiciosos pero con cautela. «Un periodo de transición es esencial», dice, porque nadie debería quedar atrás ni sufrir consecuencias económicas negativas por ajustes necesarios.
Así nos encontramos hoy: entre la esperanza por un futuro más sostenible y el desconcierto ante una medida que debería ser trascendental pero ha pasado casi desapercibida entre nosotros.