Imaginemos una de las zonas más exclusivas de Palma, Son Vida. Este lugar ha sido sinónimo de lujo y distinción, un rincón donde han encontrado su hogar personalidades del deporte, la política y el espectáculo. Desde sus impresionantes vistas hasta sus casas espectaculares que parecen tocar el cielo, este barrio ha atraído a figuras como Steve McManaman, Carlos Moyà y muchos más que buscan un refugio alejado del bullicio diario.
Raíces históricas y nuevos desafíos
Pero no todo es color de rosa en esta urbanización que comenzó a tomar forma a principios del siglo XX gracias al marqués Nicolau Truyols. A medida que avanzó el tiempo, nombres como el empresario José Luis Ferrer se unieron para hacer de Son Vida lo que es hoy: un espacio de prestigio internacional. Sin embargo, la sombra del capital extranjero se cierne sobre ella, transformando poco a poco su esencia.
Aquí encontramos tres campos de golf rodeando la zona: Son Vida, Son Muntaner y Son Quint. También hoteles emblemáticos como el Castillo Hotel Son Vida o el Sheraton Mallorca Arabella Golf hacen gala de su prestigio. Pero entre tanto glamour, hay una comunidad vecinal que se esfuerza por mantener viva la esencia local. Esta asociación trabaja codo con codo con las autoridades para ofrecer servicios básicos como limpieza y seguridad.
No obstante, algo parece fallar. La falta de espacios comunes donde los vecinos puedan reunirse o disfrutar con sus familias es una realidad palpable; muchos claman por parques o áreas infantiles que no existen. Además, las calles aún requieren mejoras significativas mientras las obras no cesan en una urbanización cada vez más codiciada por constructores e inmobiliarias.
Son Vida es mucho más que un simple barrio; es historia y modernidad en conflicto constante. En medio de este vaivén entre lo antiguo y lo nuevo, nos preguntamos: ¿hasta dónde llegará esta lucha entre mantener nuestra identidad y dejarse llevar por la vorágine del turismo? Solo el tiempo dirá si podemos salvar este pequeño paraíso o si acabará siendo otro capítulo perdido en la historia del monocultivo turístico.