En el corazón de Camp Redó, el parque de Can Simonet se ha convertido en un pequeño refugio para quienes buscan sombra y tranquilidad. Sin embargo, esta paz se ve interrumpida por la inquietante presencia de un grupo de indigentes que ha decidido instalarse allí. Los vecinos, cada vez más preocupados, sienten que su oasis se convierte en un lugar incómodo.
Las familias que antes disfrutaban del parque ahora miran con recelo hacia las zonas de juegos. Algunos padres han comenzado a evitar llevar a sus hijos a ese espacio, donde deberían poder jugar y divertirse sin miedo. La situación es alarmante; muchos de estos indigentes provienen de centros como Can Gazá o Ca l’Ardiaca y, lamentablemente, su comportamiento no ayuda a mejorar la percepción. Se les puede ver consumiendo alcohol e incluso sustancias prohibidas durante el día, gritando y dejando sus necesidades en el mismo lugar donde los niños juegan.
Una comunidad dividida
Los testimonios son claros: «No puedo permitir que mis hijos estén expuestos a eso», comenta una madre visiblemente angustiada. Y es que la falta de civismo por parte de algunos está echando atrás a muchas familias. El parque debería ser un lugar acogedor y cómodo; en cambio, se siente como si estuviera invadido por actitudes molestas que crispan al vecindario.
La comunidad ha intentado revitalizar este rincón mediante diversas actividades sociales, pero todo parece desvanecerse ante esta problemática creciente. La realidad es dura: lo que debería ser un espacio privilegiado para todos se ve empañado por situaciones difíciles. Es momento de reflexionar sobre cómo podemos trabajar juntos para restaurar la armonía en Can Simonet y garantizar que todos puedan disfrutar del parque sin temor.