En el corazón de Pere Garau, uno de los barrios más vibrantes de Palma, la comunidad está sintiendo una creciente frustración. Vecinos y comerciantes coinciden en que la presencia de un grupo de indigentes en las calles se ha vuelto insostenible. Lo que comenzó como una molestia visual se ha transformado en un verdadero problema para quienes habitan y trabajan aquí.
Una realidad complicada
Estos ciudadanos sin hogar, que a menudo se agrupan junto a un supermercado en la calle Francisco Manuel de los Herreros, han traído consigo no solo una imagen poco agradable, sino también situaciones incómodas. La indignación surge cuando los residentes mencionan incidentes provocados por el consumo excesivo de alcohol, lo que altera el comportamiento de algunos y crea un ambiente tenso.
No es solo esto; hay preocupaciones sobre la insalubridad. Los vecinos observan con desagrado cómo las necesidades fisiológicas son atendidas sin ningún reparo, mientras ruidos molestos interrumpen la tranquilidad del vecindario. Las noches se convierten en un espectáculo nada deseable: gente buscando refugio para dormir y al despertar, lanzándose a la búsqueda de algo para comer.
A medida que pasa el tiempo, este escenario empieza a generar una corriente negativa hacia estas personas. No solo es un asunto personal; muchos negocios cercanos sienten el impacto directo de esta situación incómoda. Es evidente que esta problemática necesita atención urgente porque no se trata simplemente de unos pocos indigentes en las calles; estamos hablando del bienestar y la calidad de vida de toda una comunidad.