Las paredes del salón del pleno del Ajuntament de Palma resonaban hoy con la fuerza de las reivindicaciones. Las educadoras de las escoletas externalizadas se han hecho notar, en medio de una huelga que ya lleva 35 días y que ha puesto sobre la mesa un tema urgente: la igualdad salarial.
Una madre, visiblemente emocionada, tomó el micrófono para compartir su dolor y el sufrimiento que viven estas trabajadoras. Con lágrimas en los ojos, denunció que muchas de ellas apenas ganan 1.200 euros al mes y, después de más de un mes sin cobrar, este mes no recibirán nada. “No llegan a final de mes y tienen que recurrir a servicios sociales”, clamó mientras su voz temblaba por la indignación.
Una realidad insostenible
“Están sufriendo unos servicios mínimos abusivos. Estas mujeres están cansadas, heridas y vacías”, añadió entre sollozos. La angustia palpable en sus palabras nos toca a todos; no son solo cifras o estadísticas, son personas reales con historias detrás.
Una educadora también hizo sentir su voz ante el auditorio: “Dejad de utilizarnos como herramientas conciliadoras. Toda nuestra formación se paga; no es gratuita”. Esas palabras resuenan con una verdad abrumadora en un sistema que parece olvidar lo esencial.
Y para colmo, otra compañera se dirigió a los concejales presentes con preguntas directas: “¿Cuántos de ustedes tienen hijos menores? ¿Cuántos viven con 1.200 euros sin pagas extras? ¿Cuántos tienen la nevera vacía?” La falta de empatía quedó expuesta frente a todos nosotros; esto no es solo un problema laboral, es un grito desesperado por justicia social.