En el último pleno del Ajuntament de Palma, se vivió una auténtica tormenta de palabras entre el alcalde Jaime Martínez y el concejal socialista Pepe Martínez. Todo comenzó cuando Pepe, con su estilo directo, le lanzó a la cara al primer edil que «la cabra tira al monte». Y claro, no se refería a nada menos que a la sorprendente cifra de plazas turísticas aprobadas durante su mandato, que superan las viviendas protegidas. ¿Y esas son sus prioridades?
Un intercambio de acusaciones que no dejó indiferente a nadie
La respuesta del alcalde no tardó en llegar. Visiblemente enfadado y casi fuera de sí, le espetó en varias ocasiones la palabra «sinvergüenza». En este cruce de acusaciones donde los insultos volaron más rápido que los argumentos, el clima se tornó tenso. Palma merece respeto, decía uno mientras el otro apuntaba con su dedo hacia lo que él consideraba una falta total de ética.
No solo fue esto. La regidora Neus Truyol también entró al trapo criticando la aprobación de proteger un antiguo monumento fascista para transformarlo en hotel. Mientras tanto, otros concejales del PSOE exigían una conducta más decorosa del alcalde: «Es el peor alcalde de la ciudad», señalaba Xisco Ducrós.
Pepe, por su parte, aprovechaba cada oportunidad para recordar al alcalde sus vínculos con el sector turístico y cómo eso afectaba a sus decisiones. La tensión crecía y crecía.
Poco después, tras intercambios cargados de ironía y provocación sobre lo que realmente significa ser un promotor hotelero o arquitecto de lujo, la escena parecía sacada de una obra teatral más que un debate político. El juego del lenguaje estaba servido: mientras unos tiraban dardos verbales afilados, otros intentaban recuperar la compostura en medio del caos.
Sin duda alguna, esta pelea verbal ha dejado claro algo: en Palma hay mucho en juego, y las palabras pueden ser tan poderosas como cualquier decisión política. Pero lo que todos nos preguntamos es si este es realmente el camino correcto para solucionar los problemas reales que enfrenta nuestra ciudad.