La situación en la antigua escoleta de Son Oliva ha alcanzado un punto crítico. Los vecinos, hartos de las constantes provocaciones, no pueden más. «Se burlan de nosotros, nos provocan», cuentan entre quejas y frustraciones. La música a todo volumen se ha convertido en una constante; y si alguien se atreve a decir algo, ya saben lo que les espera: insultos y gritos.
Todo esto ha cobrado mayor relevancia tras el incendio de una moto el fin de semana pasado, que algunos atribuyen a la presencia de los okupas. Aunque hay quienes defienden que estos últimos colaboraron en apagar el fuego, lo cierto es que el clima de inseguridad no hace más que crecer entre los residentes. «Esto es insoportable», afirma una vecina visiblemente preocupada. «Están despiertos hasta altas horas y ahora han traído un perro».
Una comunidad desgastada por la incertidumbre
La preocupación crece día a día. El edificio tiene deficiencias estructurales y los vecinos sienten como si estuvieran viviendo con una espada sobre sus cabezas. Ya han llamado varias veces a la Policía Local y Nacional sin obtener respuestas efectivas. «Estamos desesperados; no sabemos qué hacer», añade otro habitante del barrio.
El tema se ha vuelto una conversación recurrente entre ellos, quienes han decidido hacer un nuevo llamamiento al Ajuntament de Palma para solicitar su intervención inmediata. Lo único que quieren es recuperar la tranquilidad perdida.
A pesar del ambiente tenso, hay espacio para anécdotas inquietantes. Los okupas han pintado y borrado el antiguo grafiti decorativo del edificio, quizás para ocultar su historia como espacio educativo para niños del barrio. «Es como si quisieran borrar nuestra memoria», comenta otra vecina con desdén.
Al final del día, lo que desean es simplemente vivir en paz en su comunidad, sin temor a las sorpresas desagradables que cada nuevo amanecer podría traer consigo.