A las afueras de Palma, en lugares como el aparcamiento de las piscinas municipales de Son Hugo y en la zona de Son Güells, se respira un aire de esperanza mezclada con incertidumbre. Los residentes en caravanas y autocaravanas han recibido una noticia que parece cambiar su destino: el Ajuntament ha decidido modificar su postura respecto a la ordenanza cívica que afecta a estos vehículos. ¿Es este el final de sus problemas o solo el principio de una nueva lucha?
La voz de los afectados
El alcalde Jaime Martínez ha dado un giro a la situación. Después del periodo de alegaciones, se ajustará la normativa, permitiendo que los que residen en estos vehículos no sean sancionados siempre y cuando no causen molestias. Sin embargo, no hay espacios habilitados para ellos en toda Palma, lo que sigue siendo un grito desesperado del colectivo.
Charo, una activa residente del parking junto a las piscinas, expresa su alivio: “Nuestras protestas han dado sus frutos. Estamos más tranquilos, pero aún queda camino por recorrer”. Con voz firme pide servicios básicos: “Contenedores y agua son imprescindibles para vivir dignamente”. A su lado, Miguel, veterano del lugar aunque esté considerando mudarse pronto, añade con pesar: “Cualquier día sientes que te van a echar o que algo va a pasar”.
Dando un paso adelante hacia la esperanza está Daniel, un joven cocinero que vive con amigos y admite sin tapujos: “Estamos aquí porque encontrar vivienda digna es misión imposible. Solo deseamos nuestro espacio”. Por otro lado, Javier se mantiene escéptico ante las promesas del alcalde: “Hoy dice algo y mañana lo contradice”, sostiene con seriedad mientras espera el pleno del 24 de abril.
A pesar de las dudas reinantes entre los caravanistas sobre si esta nueva normativa será realmente efectiva o solo humo para calmar inquietudes momentáneamente, todos coinciden en algo: es necesario crear espacios adaptados. Porque vivir en caravana no debe ser sinónimo de desamparo; merecen tener donde estar sin sentir miedo ni presión constante.