Al acercarnos al torrente de Sa Riera, justo en el corazón de Palma, nos encontramos con un espectáculo desolador: una chabola gigantesca que resalta entre la maleza. Este hallazgo, camuflado a la vista del campo de fútbol cercano y en las inmediaciones del polígono de Can Valero, no es solo una estructura más; es un símbolo palpable del problema que enfrenta nuestra ciudad, rodeada por poblados de chabolas y construcciones improvisadas.
Un descubrimiento inquietante
Desde la carretera de Establiments, se puede distinguir un bulto extraño que se asoma desde uno de los grandes macropoblados. Atravesando un improvisado portal formado por ramas y una manta, nos encontramos con la imponente silueta de esta macrochabola. Esta construcción alberga varias infraviviendas conectadas entre sí, apoyadas sobre lo que parece ser una antigua estructura de piedra que sirve como eje central.
Los vecinos del área hablan sobre la presencia de personas rumanas dedicadas a recoger chatarra y otros objetos. La ladera que lleva hacia esta chabola está completamente invadida por neveras viejas, bicicletas destrozadas y carritos de compra provenientes de un centro comercial cercano; todo ello formando un auténtico vertedero al aire libre. Aquí parece que los residuos son parte del paisaje cotidiano: televisores rotos, botes vacíos de pintura e incluso ropa desgastada se apilan sin control.
Acceder a este espacio no es sencillo. Se hace a través de una escalera excavada en el terreno desde la parte trasera del polígono. Lo curioso es que al bajar hacia esta gran chabola, el hedor característico no se siente desde el torrente; pero en cuanto te adentras en su interior, te recibe un fuerte olor a abandono y suciedad. Por el perímetro rondan gallos y gallinas, esos animales son casi lo único que queda vivo entre tanta basura mientras sus ocupantes intentan sobrevivir en este entorno hostil.