En los años 90, una vieja fábrica de anhídrido carbónico situada en lo que hoy conocemos como calle Manuel Azaña, en Palma, se transformó en un símbolo de resistencia y creatividad. Allí nació el Kasal Llibertari, un espacio que dio vida a la idea de okupación, un concepto que resonaba más con imágenes del movimiento ‘squatter’ británico que con la realidad española. En aquel entonces, era un lugar donde jóvenes valientes desafiaban las normas y reivindicaban sus derechos ante un sistema que parecía ignorarlos.
Un hogar para la música y la cultura
Lo que antes era solo una fábrica olvidada se convirtió en un hervidero cultural. Desde conciertos y ensayos hasta talleres creativos y uno de los primeros skateparks de Mallorca, el Kasal ofreció todo lo necesario para quienes buscaban expresar sus pasiones. Y no solo eso; también había una emisora de radio donde se compartían inquietudes y melodías llenas de punk y rebeldía. Aunque el exterior podría parecer intimidante, los vecinos del Nou Llevant acogieron esta iniciativa con los brazos abiertos, lamentando su cierre cuando llegó el momento.
Impulsado por el Kolectivo Alternativo Juvenil (KAJ), el Kasal albergó eventos memorables como la Mostra de Música Anticapitalista y se convirtió en escenario para bandas legendarias como Guadaña o Soziedad Alkohólica. Su legado ha trascendido incluso a través del documental Jo, punk y el libro del historiador Tomeu Canyelles, ¡Esta es nuestra guerra! Historia oral del punk en Mallorca.
A pesar del amor que despertó entre muchos, el sueño del Kasal llegó a su fin en 1997 cuando British Petrol decidió construir una gasolinera sobre sus cimientos. Aquella decisión no solo despojó a Palma de un rincón vibrante; también generó protestas que marcaron el inicio de cambios significativos en la identidad del barrio.