Con gran tristeza, los vecinos del barrio de Establiments se despiden de la icónica panadería Ca l’Amo en Pep, un lugar que ha sido parte fundamental de la cultura mallorquina desde finales del siglo XIX. La noticia llegó como un mazazo tras el fallecimiento de Arnau, su querido forner y alma del negocio, quien dejó una huella imborrable con sus ensaimadas, las deliciosas cocas de patata y otras maravillas artesanales.
Un legado familiar que se apaga
A lo largo de más de cien años, este obrador ha estado presente en las vidas de muchos. Arnau, quien había estado lidiando con problemas de salud, decidió delegar responsabilidades a sus dos empleadas mientras luchaba contra su enfermedad. Sin embargo, la muerte llegó la semana pasada y dejó al negocio sin su maestro. A través de un emotivo post en Facebook, se anunció el cierre temporal y agradecieron a todos los clientes por su apoyo incondicional: “Gracias por confiar en nosotros todos estos años”. Las redes ardieron con mensajes llenos de cariño recordando a Arnau como un hombre entrañable que siempre tenía una sonrisa lista para sus clientes.
La historia del Forn Ca l’Amo comienza con Amador Salom Calafat, quien compró el local donde anteriormente había almacenes. Con el tiempo, fue más que una simple panadería; era un punto clave para los comerciantes que salían hacia otros pueblos. Y así fue como Joan Company, padre de Arnau, empezó a trabajar allí cuando apenas tenía ocho años. Desde entonces, esa tradición familiar continuó hasta convertirse en una parte esencial del tejido social del barrio.
No es solo la pérdida de una panadería; es el cierre de un capítulo lleno recuerdos compartidos entre vecinos y amigos. Los dulces hechos con tanto amor ahora son solo ecos del pasado. Pero aunque hoy bajen las persianas, quienes pasaron por allí saben que cada bocado llevaba consigo historias y emociones profundas.