La conversación sobre inmigración en España ha tomado un giro inquietante. El término ‘remigración’, surgido de las entrañas de movimientos ultraderechistas europeos, se ha colado en el discurso político nacional, y no precisamente de la mano de los más moderados. Vox, por ejemplo, lo utiliza como bandera para avanzar su agenda maximalista sobre extranjería. En una rueda de prensa reciente, la diputada Rocío de Meer hizo un llamado claro a implementar políticas de ‘remigración’, argumentando que la actual población extranjera dificulta nuestra adaptación cultural.
¿De dónde viene este concepto?
Aparentemente, esto no es algo nuevo. La idea de remigrar se asocia con partidos como Alternativa por Alemania (AfD), que han utilizado este concepto para justificar el retorno forzado de inmigrantes no europeos a sus países de origen. Y aquí está el problema: muchos analistas y organizaciones de derechos humanos han señalado que estas propuestas están peligrosamente cerca de ideas que promueven la limpieza étnica.
El mismo día, De Meer mencionó cifras alarmantes: «más de siete millones de inmigrantes» en España y criticó cómo estos grupos llegan «en un periodo muy corto». Así, mientras ella ve una crisis cultural, otros ven una oportunidad para fomentar un clima hostil hacia aquellos que solo buscan construir una vida mejor aquí.
No podemos ignorar cómo esta narrativa está ganando terreno en Europa. Los partidos extremistas están normalizando términos que antes eran considerados inaceptables. ¿Y nosotros? ¿Vamos a permitir que estos discursos se instalen en nuestro vocabulario cotidiano? La introducción del término ‘remigración’ nos obliga a cuestionarnos qué tipo de sociedad queremos construir.
A medida que estas ideas avanzan, también crece la preocupación sobre su impacto legal. Según expertos en derecho constitucional, cualquier intento por retirar nacionalidades basándose en criterios raciales sería inconstitucional y violaría tratados internacionales firmados por España. Sin embargo, De Meer no duda al afirmar que «la ley también está para cambiarse», cuando se trata de asegurar nuestra seguridad.
Con todo esto sobre la mesa, es esencial mantenernos alerta y no dejar que el miedo y la desinformación dicten nuestras políticas migratorias ni nuestros valores como sociedad.