Imagina que un día llegas a la oficina y te das cuenta de que todo está a punto de venirse abajo. Eso es lo que están sintiendo los funcionarios de la Seguridad Social, quienes llevan meses advirtiendo que la situación es insostenible. No estamos hablando de una crisis lejana, sino de algo muy cercano y tangible. En Baleares, por ejemplo, el panorama es aún más desolador. Los secretarios y subdirectores provinciales han decidido plantar cara con paros parciales de martes a jueves entre las 11:00 y las 13:00. Cada viernes durante mayo y junio se concentrarán para exigir soluciones; después del verano decidirán si continúan o no.
Un grito desesperado por ayuda
El problema no es menor: el futuro de nuestras jubilaciones, bajas laborales e incluso del Ingreso Mínimo Vital está en juego. Los directivos ya han avisado que pronto no habrá personal suficiente para gestionar estas prestaciones en las Islas. «Podremos garantizar financieramente las pensiones mediante impuestos, pero sin funcionarios para tramitarlas, eso ya está sucediendo», denuncian. Esta afirmación resuena como un eco aterrador entre todos nosotros.
Fernando Martorell, portavoz de la plataforma Insularidad Digna y miembro de UGT, lo deja claro: «Faltan efectivos y cada año hay más población. Es un cóctel explosivo». Y tiene razón; el 18% de los puestos en la Seguridad Social en Baleares están vacantes. La situación se presenta como una tormenta perfecta.
A nivel nacional, los directivos advierten que han asumido responsabilidades añadidas derivadas de cambios normativos sin recibir el apoyo necesario para llevarlos a cabo correctamente. Con plantillas envejecidas y cada vez menos motivadas, la falta de recursos parece ser un tema recurrente.
Los funcionarios se sienten abrumados ante esta presión constante: «Hemos tratado de mantener a flote la organización en tiempos difíciles», expresan con un tono casi resignado pero firme al mismo tiempo.
La realidad golpea fuerte; muchos trabajadores simplemente no quieren venir a las Islas debido al alto costo de vida y esto solo agrava el problema. A medida que crece nuestra población, parece que las plazas disponibles son insuficientes e ignoradas por aquellos responsables de abordar esta crisis.
No podemos permitir que esta situación siga así sin actuar; ¿qué pasará si nada cambia? Es hora de abrir los ojos ante este desastre inminente antes de que sea demasiado tarde.