Era una tarde cualquiera para Toni Cardona, un joven de Mallorca que se encuentra inmerso en su tercer año de Periodismo en la Universidad de Navarra. Estaba concentrado, preparando un examen que le esperaba el lunes a las cuatro de la tarde. De repente, todo se volvió oscuro y lo primero que pensó fue: «¿Alguien ha apagado la luz de la sala?» Pero lo que no sabía es que estaba a punto de vivir un pequeño caos.
«Menos mal que tenía los apuntes impresos», nos cuenta con una sonrisa nerviosa, aunque el apagón lo dejó sin red móvil durante más de una hora. «Estuve sin conexión entre las doce y media y las dos. Sé que algunos compañeros estaban en pleno examen, pero como había luz natural, les dejaron seguir un poco más», relata mientras mira hacia su alrededor, donde todavía persiste esa penumbra inquietante.
Desafíos y sorpresas del día
A medida que pasaban los minutos, Toni se dio cuenta de lo complicado que podía ser sobrevivir a ese apagón repentino. La comida se convirtió en una aventura; tuvieron que tirar de bocadillos y cosas frías porque no había forma de calentar nada. «La verdad es que no era fácil, pero nos apañamos», dice con resignación.
La sorpresa llegó al enterarse del alcance del apagón: mientras él lidiaba con la falta de luz en Pamplona, en Mallorca todo seguía como si nada hubiera pasado. Una desconexión total entre ambos lugares que le dejó perplejo.
No solo los estudiantes sintieron el impacto; también el equipo del Fibwi Palma, quienes regresaban tras un partido en Sevilla y vieron cómo su vuelo desde Madrid se retrasaba debido a esta inesperada complicación. Así son las cosas: a veces un simple corte eléctrico puede alterar los planes de muchos.