El pasado domingo, el Ejército israelí hizo oficial una noticia que no deja a nadie indiferente: han eliminado a un supuesto miembro de Hezbolá en un ataque con drones en el sur de Líbano. Esta acción se produce en medio de un alto el fuego que debería haber traído calma tras meses de intensos combates, sobre todo después del conflicto del 7 de octubre. A pesar de los acuerdos, parece que las tensiones siguen al alza.
La justificación detrás del ataque
Las autoridades israelíes no se andan con rodeos y afirman que este ataque era necesario. Según ellos, el individuo abatido estaba intentando restaurar la infraestructura militar del grupo chií, lo cual representa una amenaza directa. En sus palabras, «dos terroristas fueron atacados en Yatar» y uno de ellos fue eliminado como parte de esta operación. Sin embargo, la situación es complicada y ya ha sido condenada por diferentes organismos internacionales por su impacto negativo sobre la estabilidad en la región.
Apenas la semana pasada, Israel había informado que habían “eliminado” a otros cuatro supuestos miembros de Hezbolá. La retórica es clara: seguirán operando para eliminar cualquier amenaza hacia su Estado. Pero aquí surge una pregunta crucial: ¿hasta cuándo seguirán jugando este peligroso juego? Beirut y Hezbolá han criticado fuertemente estas acciones y piden que se respete el pacto alcanzado tras meses de combate. Aunque ambos bandos acordaron retirar sus efectivos del sur libanés, Israel ha mantenido cinco puestos allí, lo que ha llevado a más críticas por parte del gobierno libanés.

