En un giro dramático, el Gobierno de Venezuela ha decidido no quedarse callado y ha denunciado este miércoles ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lo que han calificado como una «agresión abierta y criminal» por parte de Estados Unidos. Todo esto surge tras la orden del presidente Donald Trump para bloquear los petroleros sancionados que se atrevan a acercarse a las costas venezolanas. En este contexto, Caracas ha solicitado una reunión urgente para tratar lo que consideran un «plan propio del colonialismo».
Un grito en el desierto internacional
Samuel Moncada, representante venezolano ante la ONU, no ha tenido pelos en la lengua al expresar su preocupación: «Estados Unidos está imponiendo el caos y la destrucción en las relaciones internacionales», comparando su actuar con los oscuros tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial. La situación es grave y requiere atención inmediata.
A través de una carta dirigida al secretario general António Guterres, Moncada argumenta que si el Consejo ignora esta violación, estaría aceptando un sistema de seguridad colectiva que costó décadas construir. Y es que hace poco más de una semana, un petrolero fue incautado y sus tripulantes están desaparecidos; un acto ya alarmante que ahora se ve agravado por este nuevo bloqueo unilateral.
Sorprendentemente, nunca antes se había llegado tan lejos: “Ningún líder extranjero había soñado con apropiarse del territorio venezolano”, dice Moncada con indignación. El ultimátum lanzado desde Washington amenaza con ataques militares si Venezuela no se rinde a su voluntad. Esa soberanía nacional tan duramente defendida parece estar colgando de un hilo.
Moncada también recordó cómo la Casa Blanca exige lo imposible: devolverle a EE.UU. el control sobre la industria petrolera venezolana. Esto va más allá de lo absurdo; significa reclamar nada menos que la mayor reserva de petróleo del mundo en uno de los mayores actos de expoliación jamás vistos.
Este comportamiento desenfrenado deja claro que no hay límites en el deseo estadounidense por apoderarse del petróleo ajeno, usando como excusa campañas contra el narcotráfico mientras sus acciones llevan consigo dolor y muerte en aguas caribeñas y pacíficas. “Es un plan colonialista grotesco”, concluye Moncada, dejando claro que esta batalla no es solo política; es un ataque directo a la dignidad y derechos humanos.

