En Bruselas, mientras el reloj marcaba la cuenta atrás para la cumbre de líderes europeos, Bart de Wever, el primer ministro belga, dejó claro que no hay cambios a la vista. Las condiciones para usar los activos rusos congelados en Bélgica siguen sin cumplirse y su negativa a utilizarlos para financiar un préstamo de reparación a Ucrania, que asciende a unos asombrosos 90.000 millones de euros, permanece intacta. “Todos los que he hablado comprenden nuestras razones; esto no es un sabotaje”, aseguró De Wever con firmeza ante la comisión parlamentaria.
Una postura defendida con convicción
A pesar del creciente clamor por ayudar a Ucrania, él insiste en que lo constructivo es evitar el uso de estos activos inmovilizados. Propone en su lugar emitir eurobonos garantizados por el presupuesto europeo. “Aún no he visto ningún texto que me haga cambiar de opinión”, confesó, mostrando una clara determinación por proteger las finanzas de Bélgica.
El líder del partido N-VA también destacó el apoyo unánime que ha recibido dentro del Parlamento para rechazar esta opción hasta tener todas las garantías necesarias. Aunque prefirió mantener discreción sobre sus conversaciones con otros líderes europeos, dejó entrever que muchos comparten sus reservas: “Incluso quienes están totalmente a favor del préstamo lo entienden”. Su mensaje es claro: Bélgica no está sola en este dilema y podría haber más países con dudas similares.
Cuando se le preguntó si podría formar una minoría de bloqueo ante un eventual empuje hacia esta medida controvertida, De Wever fue cauteloso: “No sé si llegaremos a ese escenario… Espero que haya una solución antes”. Al final del día, lo que importa es encontrar una salida viable sin sacrificar la estabilidad financiera del país.

