Este miércoles, la noticia ha sacudido a Ecuador. Estados Unidos ha decidido desplegar personal militar en la base de Manta, un lugar que ya conocía bien, pues allí estuvieron hasta 2009. La operación busca unir fuerzas con los ecuatorianos para enfrentar lo que llaman «narcoterrorismo». Pero, ¿realmente es esto lo que necesitamos?
Una historia de alianzas y controversias
La Embajada de Estados Unidos ha confirmado este despliegue, justo un mes después de que la secretaria de Seguridad, Kristi Noem, visitara el país y sellara acuerdos cruciales. Según ellos, esta colaboración fortalecerá las capacidades militares ecuatorianas para combatir a los narcotraficantes. Sin embargo, hay una sombra tras esta operación: el reciente referéndum donde más del 60% del pueblo dijo no a ceder sus bases a potencias extranjeras.
El presidente Daniel Noboa respalda la misión, afirmando que permitirá desarticular las rutas del narcotráfico y someter a quienes intentan controlar el país. Suena poderoso en papel, pero hay quienes se preguntan si realmente vamos por el camino correcto o simplemente estamos tirando a la basura nuestra soberanía.
Manta es estratégica por su cercanía al archipiélago de Galápagos y su situación geográfica facilita el control del tráfico no solo de drogas, sino también de personas y pesca ilegal. Esta nueva oleada militar se produce en un contexto regional tenso, con Venezuela intensificando su propia respuesta militar al narcotráfico.
A medida que Washington refuerza su presencia en América Latina mediante acuerdos con otros países como Perú y Paraguay—donde se están enviando tropas estadounidenses para operaciones conjuntas—la pregunta persiste: ¿estamos realmente ante una solución o solo un parche más en una herida abierta? En definitiva, las decisiones que tomemos ahora definirán nuestro futuro.

