Internacional

La ultraderecha chilena se acerca a La Moneda con José Antonio Kast en el horizonte

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Este domingo, los chilenos se preparan para una jornada decisiva. Las elecciones presidenciales han estado marcadas por una polarización intensa, donde dos candidatos han acaparado la atención: José Antonio Kast, un ultraderechista que parece estar al borde de alcanzar La Moneda, y Jeannette Jara, la candidata progresista que logró ganar la primera vuelta en medio de un voto dividido de la derecha.

Kast, conocido por su desacomplejado apoyo a las políticas del dictador Augusto Pinochet, ha recibido un respaldo incondicional de otros candidatos conservadores que no lograron pasar a esta segunda vuelta. A diferencia de lo ocurrido en 2021, ahora las fuerzas conservadoras han conseguido casi seis millones de votos entre los trece millones que acudieron a votar. El clima está cargado: muchos chilenos tienen su mente centrada en temas cruciales como la economía, la seguridad y la inmigración.

El miedo como estrategia

Con el viento a favor tras ser aclamado por presidentes de otras naciones como Javier Milei o Daniel Noboa, el triunfo de Kast sería un cambio político monumental en Chile y reflejaría esa ola conservadora que avanza por todo el continente. Las encuestas están sobre la mesa y ahora solo queda preguntarse: ¿con cuánta diferencia ganará?

Kast ha hecho campaña agitando temores sobre la inmigración irregular, especialmente desde Venezuela. Sus promesas incluyen deportaciones masivas y medidas drásticas que recuerdan más al modelo estadounidense. Además, ha propuesto construir cárceles similares a las que usa Nayib Bukele en El Salvador y aumentar la presencia policial en zonas conflictivas del país. Pero ojo, también habla de reducir impuestos sin detallar cómo planea hacerlo sin afectar derechos fundamentales.

Por otro lado, tenemos a Jeannette Jara, quien tuvo una victoria bastante ajustada con solo un 26% en primera vuelta. Ella busca presentar una alternativa más humanitaria ante los desafíos que enfrenta el país e insiste en programas integradores para migrantes y propuestas económicas para ayudar a las familias más vulnerables.

A medida que nos acercamos al día decisivo, hay muchas incógnitas flotando sobre quién realmente tiene el control del electorado indeciso. Es fundamental recordar que este nuevo sistema electoral obligó a más de trece millones de chilenos a ir a votar bajo riesgo de multas si no lo hacían. Una dinámica extraña para muchos.

En definitiva, estas elecciones son más que solo nombres; son una lucha entre visiones del futuro para Chile. En juego está no solo el destino político inmediato del país sino también cómo se sentarán las bases para los próximos años.

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