En un giro inesperado de los acontecimientos, el primer ministro de Bulgaria, Rosen Zheliazkov, ha decidido dimitir junto a su gabinete. ¿La razón? Las masivas manifestaciones que han sacudido el país en los últimos días, donde decenas de miles de personas han salido a la calle para gritar su descontento hacia la clase política y los presupuestos propuestos para 2026.
«Escuchamos la voz de la ciudadanía. Sus demandas son claras: ¡fuera el Gobierno!», expresó Zheliazkov mientras estaba rodeado de su equipo en una emotiva intervención televisada. Justo en ese instante, se votaba su sexta moción de censura en menos de un año. El clima era tenso y reflejaba la frustración acumulada entre los ciudadanos que exigen un cambio real.
Un país al borde del colapso
Bulgaria ha estado atrapada en un torbellino político, con seis elecciones en apenas tres años. Aunque Zheliazkov aseguró que habían cumplido algunas promesas como lograr estabilidad macroeconómica y un notable aumento en los ingresos presupuestarios, parece que eso no fue suficiente para calmar a quienes se sienten traicionados por sus líderes.
El primer ministro defendió su propuesta de presupuesto para 2026, que algunos criticaron por incluir subidas impositivas y un mayor endeudamiento. Según él, este plan buscaba garantizar la protección social necesaria para sus conciudadanos. Sin embargo, muchos lo ven como un intento desesperado por ganar lealtades entre administraciones marcadas por escándalos de corrupción.
A solo 20 días de que Bulgaria adopte el euro, la presión sobre Zheliazkov había ido en aumento y la oposición clamaba por su renuncia desde hace tiempo. En resumen, esta es una historia que nos recuerda cómo la gente puede hacer temblar hasta las estructuras más sólidas cuando decide alzar la voz y exigir lo que realmente quiere: respeto y dignidad.

