La noche del pasado sábado, las calles de Túnez resonaron nuevamente con gritos de indignación. La población, cansada y harta de un gobierno que parece alejarse cada vez más de sus intereses, decidió alzar la voz contra el presidente Kais Saied. Todo esto tras la reciente detención y condena del opositor Ayachi Hammami, quien ya había sido sentenciado a prisión por supuestos delitos contra el Estado. Esta situación no es un caso aislado, sino más bien una muestra palpable del carácter autocrático que muchos ven en el gobierno actual.
Una marcha que pide cambios reales
Convocada por el Partido Republicano de Túnez, esta manifestación se convirtió en la tercera en solo tres semanas. Los participantes marcharon desde la emblemática plaza del Mártir Helmi al Manaei hasta la famosa calle Habib Bourguiba, donde exigieron con fuerza “la despenalización de la oposición y la liberación del espacio público”. Pero esta vez no fue solo una protesta; era un grito desesperado por recuperar su libertad en un ambiente rodeado por un fuerte despliegue policial.
Kais Saied ha sido blanco constante de críticas. Desde diversos sectores se le acusa de haber instaurado una dictadura encubierta, asumiendo funciones que deberían corresponder al Parlamento y manipulando su reelección para las elecciones de 2024, vistas como una pura farsa. Con niveles de participación electoral alarmantemente bajos, queda claro que muchos no están dispuestos a tirar a la basura sus derechos democráticos.
No olvidemos que antes de que Hammami fuera arrestado, se confirmó una sentencia definitiva en su contra: cinco años tras las rejas por “conspirar contra la seguridad del Estado”. Y esto no es todo; otros destacados líderes opositores han recibido penas similares o incluso peores. La lucha sigue viva en Túnez y los ciudadanos están decididos a no quedarse callados ante lo que consideran abusos intolerables.

