En el corazón de Pekín, un encuentro que prometía ser un paso hacia la resolución se ha convertido en otra piedra en el camino. Masaaki Kanai, encargado de Asia y Oceanía del Ministerio de Exteriores japonés, se reunió este martes con su contraparte china, Liu Jinsong, pero las sonrisas brillaron por su ausencia. Ambos abandonaron la sala con semblantes serios, reflejo de la tensión palpable que envolvía la cita.
La chispa de esta crisis diplomática surgió tras unas declaraciones poco afortunadas de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien sugirió la posibilidad de una respuesta militar ante cualquier agresión china a Taiwán. ¿Acaso no hay mejores formas de dialogar? La portavoz del Ministerio chino, Mao Ning, no se cortó al calificar esas afirmaciones como “ridículas” y afirmó que violan flagrantemente el Derecho Internacional y los acuerdos entre ambos países. Palabras duras que resuenan con fuerza en este mar de incertidumbres.
Las palabras pesan más que los actos
Mientras tanto, desde Japón, el ministro Toshimitsu Motegi intentó suavizar las cosas explicando las intenciones detrás de los comentarios de Takaichi. Pero eso no fue suficiente para calmar las aguas; la parte china dejó claro que no están dispuestos a dejar pasar por alto lo sucedido. “Es hora de retractarse y dejar atrás estas provocaciones”, sentenció Mao Ning en una rueda de prensa posterior.
Y así seguimos, atrapados en un ciclo donde cada palabra parece llevar consigo un peso insostenible. ¿Qué nos espera después? En este juego diplomático donde todos parecen perder más que ganar, solo queda esperar que pronto podamos hablar sin miedo a encender nuevas llamas.

