El pasado lunes, las autoridades rumanas se vieron obligadas a actuar rápidamente. Con el río Danubio como frontera con Ucrania, dos localidades rumanas, Plauru y Ceatalchioi, se convirtieron en el epicentro del miedo tras un ataque ruso que dejó a todos con el corazón en un puño. Un barco cargado de combustible fue blanco de un bombardeo, y la decisión de evacuar a los residentes no se hizo esperar.
Los habitantes de Plauru fueron reubicados temporalmente debido al incendio desatado en la embarcación atacada. Era una cuestión de seguridad, pues las llamas estaban demasiado cerca y la carga podía representar un peligro mayor. Pero no quedó ahí; al poco tiempo, Ceatalchioi también sintió el impacto de esta crisis cuando las autoridades alertaron sobre el riesgo de explosión que representaba el buque.
La respuesta ante la incertidumbre
Por si fuera poco, el Ministerio de Defensa rumano confirmó que los ataques rusos estaban dirigidos a zonas cercanas a su frontera durante la noche del domingo al lunes. Aunque aseguraron que no había habido “intrusiones sin autorización” en su espacio aéreo, la alerta ya estaba activada. A las 02:30 horas (hora local), enviaron mensajes para advertir a la población sobre lo que estaba sucediendo.
A medida que avanzaban las horas, quedó claro que este no era solo otro capítulo más del conflicto. El Ministerio expresó su condena rotunda ante estos ataques injustificados contra civiles e infraestructura ucraniana, señalando claramente que son una violación grave del Derecho Internacional. La comunidad se encuentra ahora atrapada entre el deseo de volver a casa y el temor por lo incierto del futuro.

