En la madrugada del 5 de septiembre, las Fuerzas Armadas de Ucrania han dejado claro que no se quedan de brazos cruzados. Esta vez, han decidido apuntar hacia una refinería de petróleo en la región rusa de Riazán, situada a unos 200 kilómetros de Moscú. Aunque tanto Ucrania como Rusia aún no han esclarecido el impacto exacto de este bombardeo, lo cierto es que se suma a una serie de ataques dirigidos a la infraestructura energética rusa.
Robert Brovdi, jefe de la unidad de drones del Ejército ucraniano, no ha dudado en confirmar el ataque a través de su cuenta de Facebook. Por otro lado, el gobernador ruso Pavel Malkov ha compartido en Telegram que sus sistemas antiaéreos lograron derribar al menos ocho drones durante la noche. Sin embargo, no ha querido dar demasiados detalles y ha reconocido que algunos restos cayeron sobre una zona industrial.
Un contexto tenso y lleno de incertidumbre
El Ministerio de Defensa ruso elevó el número total de drones derribados esa noche a más de 90, contando también los incidentes que ocurrieron sobre el mar Negro y en Crimea. Esta situación refleja un clima tenso y lleno de incertidumbre donde cada movimiento puede desencadenar reacciones inesperadas.