El infierno que ha consumido Portugal durante casi un mes parece dar un respiro. A día de hoy, las autoridades han declarado que todos los grandes fuegos están controlados, poniendo fin a una de las etapas más trágicas en la historia del país. Este verano, el incendio en Arganil, en el distrito de Coimbra, se ha convertido en un verdadero monstruo, arrasando unas 64.000 hectáreas. Una cifra alarmante que no se había visto nunca antes y que supera con creces las 53.000 hectáreas quemadas en Vilarinho en 2017.
Un panorama desolador pero esperanzador
Este devastador fuego representa cerca de una cuarta parte de las 250.000 hectáreas destruidas por las llamas solo en este año. Sin embargo, aunque hay motivos para la esperanza, no podemos bajar la guardia: más de 40 municipios siguen bajo riesgo máximo de incendio y las autoridades prefieren ser cautelosas antes de declarar victoria total.
Aún persiste la preocupación en lugares como Sabrosa, donde los equipos de extinción trabajan arduamente para contener el tercer incendio registrado esta temporada. Por otro lado, el Gobierno luso ha decidido actuar y aprobó medidas urgentes para ayudar a recuperar las áreas devastadas y apoyar a quienes lo han perdido todo. Todo esto sin olvidar que esta tragedia también ha dejado cuatro vidas perdidas.