En la tranquila localidad de Al Mughayir, al norte de Ramala, se ha desatado una tormenta que ha dejado a muchos atónitos. Desde el pasado jueves, más de 30 hectáreas de olivos han sido arrancadas sin piedad por colonos israelíes, con el respaldo del Ejército. Todo esto ocurre en medio de un asedio que ha puesto en jaque a sus habitantes.
Los responsables locales no han podido contener su indignación y han denunciado esta situación a la agencia WAFA. El motivo detrás de este desastre es la construcción de una nueva carretera que va desde Rafid hasta Qalasoun. Esta obra no solo está destrozando miles de olivos, sino también arrasando lo que ellos llaman ‘la llanura oriental’, un símbolo de su herencia agrícola.
Amenazas y represión en Al Mughayir
Pero esto no es todo. La represión se siente en cada rincón del pueblo. Desde el mismo jueves por la noche, el Ejército no ha dejado de asediar a sus habitantes, resultando en múltiples detenciones. Amin Abu Aliya, el jefe del consejo local, ha sido uno de los primeros en alzar la voz: “No solo nos están quitando nuestros árboles; están destruyendo nuestro futuro”. Su desesperación resuena entre los vecinos que ven cómo las excavadoras arrasan su vida cotidiana.
No obstante, la situación escaló aún más cuando un colono denunció haber sido atacado por palestinos cerca de esa misma llanura oriental. Esto llevó al Ejército a lanzar una operación masiva en la zona bajo una amenaza clara: ‘cada población y cada enemigo deben saber que si atacan a los residentes, pagarán un alto precio’. Estas palabras del general Avi Bluth son solo otra muestra del clima tenso y hostil que viven día tras día.
La última semana ha sido devastadora para Al Mughayir. A medida que aumentan las tensiones y las represalias se vuelven comunes, los jóvenes del pueblo son detenidos indiscriminadamente; algunos incluso eran hermanos de Hamdan Abu Aliya, quien perdió la vida hace unos días tras recibir disparos del Ejército israelí.
Mientras tanto, seguimos siendo testigos silenciosos del sufrimiento ajeno pero tan cercano como nuestras propias raíces; ¿hasta cuándo seguiremos permitiendo este tipo de violencia?