El 16 de agosto, Madrid se despertó con la noticia de que ‘Erin’, el primer huracán de la temporada atlántica, ha cogido velocidad y fuerza, alcanzando nada menos que la categoría cuatro en la escala de Saffir Simpson. Este ciclón avanza hacia el Caribe con vientos sostenidos que soplan a 215 kilómetros por hora, convirtiéndolo en una auténtica amenaza. Según las alertas del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos, este fenómeno atmosférico se perfila como un “peligroso” rival.
Las consecuencias para el Caribe
A pesar de su impresionante potencia, parece que ‘Erin’ no tiene intención de tocar tierra. Sin embargo, no podemos bajar la guardia: las zonas exteriores del huracán podrían dejar lluvias intensas en algunos archipiélagos cercanos, como las Islas Vírgenes y Puerto Rico. La naturaleza nos recuerda su poder y es crucial estar preparados ante cualquier eventualidad.
En otros frentes, mientras seguimos atentos a esta situación climática extrema, los incendios en España han dejado una estela devastadora este agosto: más de 115.000 hectáreas quemadas, tres vidas perdidas y miles de personas desalojadas. Un verdadero desafío al que nos enfrentamos como sociedad.