La madrugada del jueves, un ataque devastador por parte del Ejército ruso ha dejado un rastro de dolor en Kiev, aumentando a 16 las víctimas mortales, entre ellas dos niños. La situación es tan desgarradora que los rescatistas aún buscan sobrevivientes entre los escombros, mientras la capital ucraniana se tambalea ante la brutalidad de este acto.
El presidente Volodimir Zelenski no ha podido ocultar su indignación. En sus propias palabras: «Estos brutales ataques han sido deliberados; son la respuesta de Rusia a quienes claman por la paz». Y es que, ¿cómo no sentirse impotente ante tanta barbarie? Más de 150 personas han resultado heridas, incluidos menores, mientras las operaciones de rescate continúan. El eco de las explosiones aún resuena en la ciudad y se siente en cada rincón.
Destrucción alarmante y familias destrozadas
Desde Naciones Unidas también suenan voces de alarma. Danielle Bell, jefa de la Misión de Observación sobre Derechos Humanos en Ucrania, ha denunciado lo que ella llama «terribles ataques que han destrozado familias». Su equipo ha recorrido las calles afectadas y describe una realidad desgarradora: casas hechas trizas y comunidades enteras esperando noticias desesperadamente.
A medida que la noche avanza, el impacto psicológico crece; pasar noches en refugios ya se ha convertido en rutina para muchos. Ainur Absemetova, coordinadora general de Médicos Sin Fronteras, añade que este horror solo intensifica el trauma existente. No podemos cerrar los ojos ante esta situación: hay una necesidad urgente de asistencia médica y psicológica para ayudar a quienes sufren.
Y como si eso no fuera suficiente, otro ataque selectivo dejó a una persona sin vida y a varias más heridas en Kramatorsk, lo que pone aún más presión sobre una población ya exhausta por el miedo constante y la incertidumbre. La lucha sigue siendo feroz y nosotros debemos unirnos para detener esta locura antes de que sea demasiado tarde.