En un escenario de tensiones palpables, el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Saar, ha dejado claro que su país no tiene intención de rendirse ante las crecientes demandas internacionales. Durante una reciente rueda de prensa, Saar declaró sin tapujos que «no habrá un Estado palestino» y que cualquier presión externa para poner fin a la ofensiva en Gaza será ignorada.
Las palabras del ministro resonaron con fuerza: «No importa cuánto se presione a Israel. Esto no va a pasar». Para él, crear un Estado palestino hoy significaría abrirle las puertas al poder a Hamás, lo que considera inaceptable. Lo más desconcertante es que atribuye esta situación a una supuesta campaña distorsionada contra Israel por parte de la comunidad internacional. Se pregunta cómo permitir que esos intereses y políticas externas prevalezcan sobre la seguridad de su nación.
Un discurso contundente
Saar fue directo al afirmar que Israel no es una víctima en este juego político y advirtió que «la presión internacional debería dirigirse hacia Hamás», no hacia ellos. Su retórica cargada recordó momentos oscuros de la historia europea, comparando su situación con la Checoslovaquia del siglo XX, donde los acuerdos llevaron a consecuencias devastadoras. En sus propias palabras: «No vamos a sacrificar nuestra existencia para agradar a otros países».
A medida que el conflicto continúa y las voces piden paz y diálogo, queda claro que la postura israelí es inflexible. Mientras muchos anhelan un alto el fuego y soluciones duraderas, otros ven cómo estas declaraciones cierran aún más las puertas al entendimiento.