En un rincón del mundo donde la esperanza parece desvanecerse, el Ministerio de Sanidad de Gaza, bajo el control del movimiento Hamás, ha lanzado una alarmante advertencia. En solo 24 horas, otros 14 palestinos han fallecido a causa de la desnutrición, elevando la desgarradora cifra a 147 muertos desde que comenzó la ofensiva israelí tras los ataques del 7 de octubre. Lo más desgarrador es que entre las víctimas se encuentran al menos 88 niños, pequeños inocentes que deberían estar jugando y riendo en lugar de ser parte de esta tragedia.
Una denuncia que no se puede ignorar
Entre las historias más tristes está la del pequeño Mohamed Ibrahim Adas, quien perdió su vida en el Hospital Al Shifa por falta de alimentos. Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, descalifica estas afirmaciones como “mentiras descaradas”, negando cualquier campaña intencionada de hambre en Gaza. “No hay hambre en Gaza”, insiste, pero ¿acaso las cifras no hablan por sí solas?
A medida que la situación humanitaria se deteriora aún más —con más de 59.800 personas muertas debido a la ofensiva—, el Ejército israelí anuncia “pausas humanitarias” y nuevas “rutas seguras” para llevar ayuda. Sin embargo, este anuncio llega tras una ola creciente de críticas globales sobre lo que muchos consideran un genocidio encubierto.
No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras estos números aumentan cada día. La comunidad internacional tiene que actuar y dejar claro que la vida humana no puede ser tratada como un simple dato estadístico.