En el corazón de Escocia, mientras la brisa soplaba sobre Turnberry, se encontraron dos titanes: Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, y Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. En una rueda de prensa que no pasó desapercibida, ambos coincidieron en que las posibilidades de sellar su anhelado acuerdo comercial están ahora mismo «al 50 a 50». La presión se siente en el aire, ya que el reloj corre hacia el ultimátum del 1 de agosto marcado por Trump.
Entre promesas y realidades comerciales
“Lo sabremos dentro de una hora”, dijo Trump con esa confianza que lo caracteriza. A su lado, Von der Leyen asintió, consciente del peso que este pacto tendría para las dos economías más grandes del mundo. Pero ¿qué hay detrás de esta negociación? Para Trump, lo crucial es alcanzar un acuerdo “justo”, ya que siente que su país ha sido tratado injustamente en el pasado.
No obstante, dejó claro que los aranceles comerciales europeos no bajarán del 15%, un dato que Bruselas ya había anticipado. Y como si eso fuera poco, anunció también que los productos farmacéuticos quedan fuera del juego: “tenemos que fabricarlos aquí”, aseguró con determinación.
A medida que avanza la conversación, aparecen algunos puntos conflictivos. “Quedan tres o cuatro”, comentó Trump sin entrar en detalles pero enfatizando que la justicia es el principal escollo a superar. Con una relación comercial histórica entre ambos lados del Atlántico, es evidente que hay mucho en juego.
Von der Leyen compartió su visión optimista al respecto y resaltó lo importante que sería concretar este acuerdo para más de 800 millones de personas. “Tengo muchas ganas de iniciar estas conversaciones”, dijo con entusiasmo. Está claro: si logran llegar a un entendimiento, estarían escribiendo una página dorada en los libros de historia económica mundial.