Este domingo, el cielo sobre Yemen se oscureció con el estruendo de unos 20 aviones de combate israelíes que no dudaron en atacar los puertos de Hodeida, Ras Isa y Salif, así como dos centrales eléctricas. Esta acción, marcada por la tensión y el dolor, fue una respuesta directa a los ataques lanzados por las milicias hutíes. Y aunque aún no tenemos cifras concretas sobre daños materiales o víctimas, la incertidumbre crece entre la población.
Una escalada peligrosa
El Ejército israelí anunció que utilizó más de 50 municiones para golpear estas instalaciones, alegando que eran puntos clave para el suministro de armas al régimen iraní. Según ellos, estas armas alimentan lo que consideran complots terroristas contra Israel y sus aliados. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) justifican estos bombardeos como una respuesta a lo que llaman «los repetidos ataques del régimen terrorista hutí» contra su nación y buques comerciales en el mar Rojo.
Entre los blancos se encontraba un buque mercante llamado Galaxy Leader, tomado por los hutíes en noviembre pasado y usado supuestamente para rastrear embarcaciones internacionales. Además, las centrales eléctricas atacadas son vitales para la insurgencia hutí, puesto que proporcionaban energía crucial para sus operaciones militares.
No obstante, Israel insiste en que estos rebeldes son una extensión del régimen iraní, recibiendo tanto financiamiento como armamento. El ministro de Defensa israelí llegó a afirmar que «la ley de Yemen es la misma que la de Teherán», advirtiendo con dureza a quienes osen amenazar a su país.
En medio de este caos, Yahya Sari, portavoz militar de los hutíes, declaró que están enfrentándose a esta agresión sionista mientras su líder denuncia cómo estos bombardeos buscan perjudicar al pueblo yemení. A pesar del sufrimiento infligido por estos ataques, prometen seguir luchando para presionar a Israel a poner fin al conflicto en Gaza.