MADRID, 1 Jul. (EUROPA PRESS) – En una reciente visita al controvertido centro de detención en los Everglades, conocido como el ‘Alcatraz de los Caimanes’, Donald Trump ha lanzado una bomba que ha hecho eco en todo el país. Durante su recorrido por estas instalaciones rodeadas de pantanos, sugirió que podría ser momento de deportar a personas nacidas en Estados Unidos. “Quizá ese sea el próximo trabajo que hagamos juntos”, comentó con un tono que mezclaba lo serio y lo jocoso.
Un presidente en modo provocador
La escena no fue del todo sorprendente para quienes siguen las andanzas del exmandatario. Trump, famoso por sus declaraciones explosivas, volvió a tocar un tema espinoso: la ciudadanía por derecho de nacimiento, un principio constitucional que él ha cuestionado repetidamente. Con una sonrisa irónica, bromeó sobre cómo enseñar a los migrantes a evadir caimanes: “No corran en línea recta”. Pero detrás de esa risa se esconde una retórica preocupante, donde relaciona inmigración con crimen.
El ex-presidente cargó contra la administración Biden, señalando que desde su salida, las fronteras se han vuelto un coladero y millones han cruzado sin control. Aseguró que estos nuevos detenidos serán “algunos de los migrantes más peligrosos del planeta” y dejó claro que el ‘Alcatraz de los Caimanes’ está listo para albergarles, custodiado por 400 agentes y rodeado por miles de metros de alambre espino.
Aunque algunos podrían pensar que esto es pura política retórica para ganar votos, también anunció medidas para apaciguar al sector agrícola afectado por redadas masivas. Les dijo a los empresarios del campo que tendrían responsabilidades sobre sus trabajadores y prometió crear un sistema donde pudieran regularizar su situación sin perder su empleo.
En resumen, cada palabra cuenta en este juego político donde se cruzan intereses económicos y derechos humanos. Y nosotros nos preguntamos: ¿hasta dónde llegarán estas propuestas? La historia sigue escribiéndose.