BRUSELAS, 30 de junio. En una decisión que vuelve a marcar un punto de inflexión, los Veintisiete han dado luz verde a la prórroga de las sanciones económicas contra Rusia, extendiéndolas hasta el 31 de enero de 2026. Esto no es solo un acto administrativo; es una respuesta contundente ante las continuas acciones del Kremlin que buscan desestabilizar Ucrania desde hace años.
Una historia que se repite
Aquellos que llevamos tiempo siguiendo este conflicto sabemos que estas sanciones se impusieron por primera vez tras la invasión rusa de Crimea en 2014. Desde entonces, hemos visto cómo cada seis meses se renuevan, como si el tiempo se detuviera en este ciclo de agresión y resistencia. La última cumbre europea ya había anticipado esta decisión, pero ha sido hoy cuando se ha formalizado después de dar un plazo para que los países manifestaran sus objeciones.
Las medidas son duras y afectan a múltiples sectores: desde el comercio hasta la industria tecnológica. Nos encontramos con restricciones financieras y un veto al crudo ruso transportado por mar. Además, varios bancos rusos han sido excluidos del sistema SWIFT y algunos medios vinculados al Kremlin han visto limitadas sus actividades en Europa.
Es evidente que este paquete no es solo una serie de cifras frías; es una declaración clara sobre lo que Europa piensa del comportamiento ruso. Y mientras nosotros seguimos esperando un cambio positivo en esta situación, los líderes europeos parecen decididos a mantener la presión sobre Moscú.