En el corazón de los Everglades, un lugar mágico y salvaje que nos recuerda la belleza natural de Florida, está surgiendo un nuevo centro de detención. Su nombre, ‘Alligator Alcatraz’, no deja mucho a la imaginación. El fiscal general del estado, James Uthmeier, ha dejado claro que aquí no habrá una cálida bienvenida; más bien, una fría realidad rodeada de caimanes y pitones.
Una decisión cuestionable en medio del caos migratorio
La construcción se ha acelerado tras el anuncio del presidente Donald Trump sobre la posible reapertura de la famosa prisión de Alcatraz. ¿Coincidencia? Seguramente no. Uthmeier se siente orgulloso de lo poco que costará mantener este centro en una antigua pista de aterrizaje olvidada. “Los que logren salir no encontrarán más que reptiles”, afirma con desdén.
Aquí estamos hablando de un espacio inmenso, 78 kilómetros cuadrados completamente cercados por las ciénagas eternas. Este es el lugar elegido para albergar a mil personas detenidas por sus intentos de buscar una vida mejor. “No hay adónde ir ni dónde esconderse”, dice Uthmeier mientras muestra imágenes perturbadoras en redes sociales.
Pero esto no acaba aquí. La Guardia Nacional estará presente para asegurar que todo funcione como se espera, respaldando así esta iniciativa que Washington ha calificado como ‘innovadora’. Sin embargo, hay quienes gritan al cielo ante lo que consideran un ataque directo a derechos humanos y al ecosistema frágil y rico del área, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
No podemos ignorar el hecho alarmante: desde que comenzó esta cacería contra inmigrantes hace apenas un mes, han sido detenidas 59.000 personas. Muchos han terminado en lugares impensables como Guantánamo o cárceles en El Salvador bajo acusaciones infundadas.
Mientras tanto, Florida se erige como el bastión del gobierno federal en esta guerra migratoria y nosotros debemos preguntarnos: ¿qué precio pagaremos por todo esto?