Este sábado, Budapest se llenó de color y energía cuando decenas de miles de personas marcharon por sus calles en el 30º Desfile del Orgullo. A pesar de las advertencias lanzadas por el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, sobre posibles «consecuencias legales», la multitud no se dejó amedrentar. Con un ambiente festivo que contrastaba con la tensión del momento, los asistentes celebraron su diversidad mientras enfrentaban las protestas de organizaciones conservadoras y extrema derecha que cuestionan la visibilidad LGTBI.
Un hito para la comunidad LGTBI
Las organizaciones detrás del evento, como Amnistía Internacional Hungría y la Fundación Misión Arcoíris, anunciaron una participación récord. «Este evento ha sido uno de los hitos más importantes para nuestra comunidad», comentó Máté Hegedüs. La marcha comenzó a las 15:00 horas en Buda, partiendo del Parque del Ayuntamiento y recorriendo lugares emblemáticos hasta cruzar el río Danubio por el puente Szabadság. Esta imagen icónica quedó grabada en la memoria colectiva: un puente repleto de gente unida por una causa común.
Aunque la Policía intentó restringir la marcha bajo una nueva ley que limita las concentraciones a favor de la homosexualidad, los manifestantes mantuvieron su espíritu alto. Orbán había descartado cualquier posibilidad de violencia física durante una entrevista radiofónica donde criticó al alcalde opositor Gergely Karácsony por dejar a Budapest en un estado caótico.
A pesar del riesgo que corrían al participar —con multas que podrían alcanzar los 500 euros y amenazas de prisión para los organizadores— muchos decidieron alzar su voz. Entre ellos estaban figuras políticas destacadas como la comisaria de Igualdad Hadja Lahbib y miembros del Gobierno español como Yolanda Díaz.
Así, mientras las sombras amenazaban desde el poder, el orgullo brillaba con fuerza, dejando claro que no hay leyes ni advertencias que puedan apagar el deseo humano de ser vistos y aceptados tal como somos.