El pasado viernes, el Ejército israelí se mostró triunfante al anunciar los resultados de su ofensiva contra Irán, declarando que habían logrado «grandes logros estratégicos». Según ellos, tres instalaciones nucleares sufrieron «daños graves», lo que incluye la supuesta destrucción de miles de centrifugadoras que forman parte del programa nuclear de Teherán.
Una operación contundente
El portavoz en árabe del Ejército israelí, Avichai Adrai, compartió en su cuenta de X que las principales instalaciones nucleares del régimen iraní fueron atacadas y quedaron muy dañadas. Pero eso no es todo; también se destruyeron varios centros dedicados a la investigación y desarrollo vinculados con el programa nuclear. Así lo expresó: «Hemos eliminado infraestructura clave y a once científicos destacados del sector». Esta afirmación despierta la controversia, ya que Irán insiste en que su programa tiene fines pacíficos.
Adrai también destacó una supuesta «superioridad aérea completa en el corazón de Irán» y afirmó que se cumplían todos los objetivos previstos en esta operación militar. ¿Y qué hay de los misiles? Dijo que más de 200 plataformas fueron destruidas, lo cual representa alrededor del 50% del arsenal misilístico disponible. No olvidemos mencionar los 15 aviones enemigos derribados y las decenas de cuarteles generales militares atacados.
A medida que la noticia avanza, las cifras se hacen cada vez más impactantes: “Cientos” de soldados iraníes eliminados y un índice impresionante en la interceptación de misiles por parte de las fuerzas israelíes. Sin embargo, mientras Israel celebra estos logros, la situación dentro del país no parece tan clara; cerca de 30 muertos tras ataques iraníes han encendido alarmas sobre la transparencia informativa.
A pesar de las restricciones impuestas a los medios para cubrir daños internos, el gobierno israelí asegura valorar la libertad de prensa como un pilar democrático fundamental. En medio del conflicto actual, es difícil discernir entre lo celebrado y lo oculto.