En un giro inesperado de los acontecimientos, la jueza argentina Julieta Makintach ha decidido dar un paso al lado en medio del tumulto generado por el juicio contra el personal médico de Diego Armando Maradona. Este martes, presentó su dimisión ante el Tribunal Supremo de Buenos Aires, una decisión que no ha pasado desapercibida.
Su carta de renuncia, dirigida al gobernador Axel Kicillof, refleja la tensión que rodea a este caso tan mediático. «Me inscribo en este contexto de hechos que han causado un profundo impacto institucional y social», menciona Makintach, reconociendo las expectativas sociales que se han visto defraudadas. Y es que no es para menos; cada movimiento en esta trama parece estar bajo el ojo del huracán.
El peso de la ética judicial
La jueza también hizo hincapié en la importancia de la responsabilidad ética al formar parte del poder judicial. «No podemos desvincularnos de lo que esto implica», expresó con firmeza. Tras su dimisión, agradeció al Tribunal Supremo y al Poder Judicial por permitirle desempeñar su labor durante tantos años con dedicación y compromiso hacia la justicia.
Poco después de su salida, Julio César Coria, un antiguo guardaespaldas de Maradona, salió a pedir su detención inmediata. ¿La razón? Acusaciones sobre haber intimidado a una testigo clave en esta investigación. Coria no es cualquier personaje; ya había estado involucrado en problemas legales previos relacionados con falso testimonio durante este mismo juicio.
A medida que avanzaba el juicio –que comenzó el 11 de marzo–, se escucharon testimonios desgarradores y se llegó a oír a cerca de 50 personas antes de ser declarado nulo a finales de mayo. Recordemos que Maradona falleció trágicamente a los 60 años mientras se recuperaba en casa tras una cirugía cerebral.