En una reciente declaración, Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, dejó claro que no tiene muchas esperanzas en la capacidad de Europa para mediar en el tenso conflicto entre Israel e Irán. «Europa no va a ser capaz de ayudar», afirmó con un tono que parecía reflejar su frustración. Esto lo dijo tras una reunión entre varios ministros de Exteriores europeos y el jefe de la diplomacia iraní en Ginebra, donde se trató de instar a Teherán a continuar las conversaciones con Washington.
Un dilema complicado
Trump no se anduvo con rodeos: «No, (las conversaciones) no han ayudado. Irán no quiere hablar con Europa; quiere hablar con nosotros». Con estas palabras, parece evidente que siente que la influencia europea es casi nula en este asunto. Al preguntarle si pediría a Israel que detuviera sus ataques a Irán para facilitar los diálogos sobre el programa nuclear, su respuesta fue clara: «Es muy difícil hacer esa petición ahora mismo». No es fácil pedirle a alguien que frene cuando está ganando.
A pesar de todo, aseguró que están listos para actuar y enfatizó su disposición al diálogo: «Hemos estado hablando con Irán. Veremos qué sucede». Además, reveló que les ha dado un plazo a las autoridades iraníes para volver a la mesa de negociación antes de decidir si interviene militarmente: «Diría que dos semanas sería el máximo». Pero también deslizó algo interesante: tal vez ni siquiera sea necesario llegar a ese extremo.
En medio del fuego cruzado verbal y militar –Israel ha intensificado sus ataques contra instalaciones nucleares iraníes desde el 13 de junio– Trump advirtió sobre las limitaciones del poderío israelí: «No tienen la capacidad de destruir todas las instalaciones nucleares iraníes… podrían penetrar en una pequeña sección, pero no pueden llegar muy profundo». Es un momento tenso donde cada palabra cuenta y el futuro parece incierto.