La tensión en Oriente Medio ha vuelto a dispararse. Este viernes, el Ejército de Israel anunció con firmeza que había llevado a cabo un bombardeo dirigido al corazón industrial del Ministerio de Defensa iraní, concretamente en Teherán. La ofensiva se centró en una instalación clave dedicada a la investigación y desarrollo del programa nuclear de Irán.
Los informes apuntan que han sido atacados múltiples centros industriales, lugares donde se fabrican misiles y componentes esenciales para el desarrollo de cohetes. Según las declaraciones oficiales israelíes, estos sitios no son simples fábricas; son el núcleo vital del esfuerzo militar iraní. Entre los puntos bombardeados también se encuentra la sede de la Organización de Innovación e Investigación en Defensa (SPND), creada por Mohsen Fajrizadé, quien fue considerado el arquitecto del programa nuclear iraní antes de ser asesinado por Israel hace unos años.
Tensiones crecientes y represalias inminentes
A pesar de que Irán ha negado tener intenciones nucleares, las palabras del Ejército israelí resonaron con fuerza. Se afirma que este ataque forma parte de un plan más amplio para desmantelar las capacidades militares del régimen persa. Y mientras esto sucede, Irán no se queda quieto: horas después lanzó una andanada de misiles contra objetivos en Israel, causando estragos en Beerseba.
Desde el 13 de junio, Israel ha intensificado sus ataques contra instalaciones nucleares y zonas urbanas en Teherán, dejando un doloroso saldo: más de 224 vidas perdidas y miles heridos en Irán. Por su parte, Israel también ha sufrido bajas; al menos 24 personas han muerto como consecuencia directa de los ataques iraníes en represalia.
Y todo esto ocurre justo antes de una nueva ronda crucial de negociaciones entre Estados Unidos e Irán sobre el futuro acuerdo nuclear, programadas para celebrarse en Omán. Sin embargo, tras los recientes acontecimientos bélicos, esas esperanzas parecen esfumarse rápidamente.